Cuando pensamos en libertad, nos podemos imaginar flotando en un lugar sin frontera alguna, con una sensación de querer estar en todas partes y probar de todo, pero lamentablemente olvidamos que estamos limitados. Pareciera que no queremos entenderlo, pero estamos limitados al tiempo, a un cuerpo físico a una sola vida. A pesar de esto, somos libres para tomar decisiones dentro del marco del libre albedrío, pero muchas veces no nos damos cuenta de que nos convertimos en esclavos de nuestras malas decisiones y nuestra libertad se convierte en libertinaje y el libertinaje se convierte en aflicción. Cuando entendemos que Dios nos quiere libres para disfrutar de lo que el creo para nosotros, la vida comienza a tener sentido y experimentamos la verdadera libertad de Dios por medio de la obra de Cristo Jesús en aquel madero de cruz.

El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos;

Lucas 4:18 (RV1960)